miércoles, 29 de febrero de 2012

¿Sólo los Kelpers son una comunidad implantada?


¿Sólo los Kelpers son una comunidad implantada?

El respetado senador por el oficialismo Daniel Filmus ha sostenido que los kelpers no pueden ser reconocidos en su deseo de autodeterminación por el Derecho Internacional porque no son un pueblo originario. En cambio,  han sido implantados en las islas Malvinas por la corona británica.

Si Filmus estuviera en lo cierto, millones de argentinos estaríamos en problemas. Mas aún, dado que Filmus se encuentra en lo cierto, se sigue que millones de argentinos nos enfrentamos a un gran problema: ¿Cuántos de “nosotros” podríamos ser definidos como un pueblo originario? ¿No cabe para el continente la definición que hace Filmus sobre los kelpers en Malvinas? Sólo restaría esperar que representantes de pueblos originarios (los pocos que quedan, después de la masacre que nuestros blancos antepasados, entre los que se destaca el General Roca, realizara en su campaña al desierto) llevaran a cabo con nosotros el mismo razonamiento que Filmus, y la mayoría de los argentinos, ha hecho para con los kelpers.

¿Cuales serían las diferencias? En principio, solamente cuantitativas. Básicamente, la diferencia principal es cuantitativa porque “nosotros” somos muchos (42 millones) y los kelpers son muy pocos, 3.000 personas. Por su parte, “nosotros” somos muchos y los descendientes de los pueblos originarios relativamente pocos, precisamente, porque nuestros antepasados europeos los asesinaron.

Sin embargo, es fácil ver que la cuestión es esencialmente cualitativa y cuando se abra la caja de pandora de la legítima demanda de los pueblos originarios, nos encontraremos en la misma situación cualitativa en que hemos puesto a los kelpers. Si lográramos que los kelpers “regresen” a Gran Bretaña, ¿Aceptaríamos el lógico pedido de los descendientes de los pueblos originarios de “regresar” a España, Italia, Francia, Armenia o Israel? Obviamente, no lo aceptaríamos. ¿Por qué no? ¿Cuáles serían los argumentos para ello? ¿Cómo se diferenciarían de los argumentos de los kelpers?

Porque, como sostiene el documento firmado por 17 intelectuales, somos, obviamente,  sujetos de derecho. Es decir, si nuestros antepasados en la conquista violaron los derechos de los pueblos originarios, eso hace a sus descendientes legítimos demandantes de reparación, pero no supone necesariamente que los descendientes del General Roca deban volver a Europa. La legítima demanda de los pueblos originarios debiera ser contra el Estado argentino y no contra los descendientes de Roca. La misma lógica sirve para Malvinas pero con una importante salvedad: cuando los ingleses usurparon Malvinas en 1833, no había allí pueblos originarios sino otro pueblo o comunidad implantada, que sostenía que su legítima autoridad emanaba de Buenos Aires, es decir, de otra comunidad implantada. Mas aún, a diferencia del General Roca, cuando los ingleses usurparon Malvinas no masacraron a quienes estaban allí, por lo que, siguiendo esta lógica, si los Kelpers se encontraran en problemas en el futuro cercano con la comunidad internacional, “nosotros”  podríamos enfrentar problemas muchos mas grandes en el mediano plazo, tanto por usurpadores como por genocidas. Mas allá de la grosera y previsible demagogia del gobierno nacional, parece ser ésta una buena oportunidad para comenzar a dejar a esas 3.000 personas en paz. 

lunes, 13 de febrero de 2012

Mujica, el envejecimiento poblacional y el velo de ignorancia.


Mujica, el envejecimiento poblacional y el velo de ignorancia.

El presidente Mujica ha dicho en diciembre de 2011 que en un futuro cercano otro gobierno deberá implementar una medida impopular e impostergable: la elevación de la edad jubilatoria. En Uruguay la cuestión es doblemente acuciante ya que, por un lado, las personas viven mas años (hecho que sucede en casi casi todo el mundo) pero, por otro lado, la población no crece (hecho que sucede en pocos países del mundo).

A su vez, se suma otra variable que dificulta el problema: aquellos países donde la población no crece o incluso decrece son economías ricas, con mejor capacidad para solventar, al menos por un período de tiempo, los crecientes costos de la seguridad social. Rusia ha sido una excepción pero allí han influido factores ajenos a la demografía, como el colapso de la Unión  Soviética.

Uruguay se encuentra en una de las peores escenarios “demográficos-económicos”, ya que tiene una población avejentada y es una país con un ingreso per cápita medio ($14.000 en Paridad de Poder de Compra). Esto ha sido mencionado, correctamente, por el presidente Mujica.

Sin embargo, Mujica se equivoca cuando sostiene que, como es un problema relevante pero no inmediato,  la solución deberá ser encarada por las futuras administraciones. Temporalmente, ese momento político será la próxima presidencia (2015-2020) o, a mas tardar, la siguiente (2020-2025). Paso seguido, podemos introducir políticamente “el velo de ignorancia”, un concepto analítico desarrollado por el filosofo John Rawls. Este velo genera que los actores (en este caso, políticos) relevantes no puedan conocer qué lugar les tocará en la “vida política real”, es decir, en los próximos períodos de gobierno. En este escenario, los actores políticos relevantes en Uruguay (Frentistas, Blancos y Colorados) no tienen seguridad sobre qué lugar ocuparán en el periodo 2015-2020 y, menos aún, en el periodo 2020-2025. Es posible pensar que el Frente Amplio tiene mas probabilidades de volver a ser gobierno en las próximas elecciones, pero eso no es 100% seguro.

El punto central es que, detrás del velo de ignorancia, deviene racional cooperar. Es decir, dado que el problema fiscal del envejecimiento deberá ser enfrentado por quién gobierne y, dado que no sabemos (en ese sentido, nos encontramos detrás del velo de ignorancia) quién gobernará en las próximas dos o tres administraciones, es racional pensar que los 3 actores políticos principales decidan sentarse en una mesa y  compartan el alto costo de elevar conjuntamente la edad jubilatoria. El punto es que un acuerdo de este tipo es racional porque el costo será compartido pero el beneficio también, ya que lo aprovechará política y fiscalmente un partido que hoy no sabemos quién es pero que si sabemos que, mas particularmente en el 2020, podrá ser cualquiera de los 3.

Paso seguido, aquí aparece un error conceptual serio por parte del actual mandatario. Al sostener que es un problema que se avecina pero que deberá ser enfrentado por futuras administraciones, Mujica no comprende el rol crucial que allí puede y debe jugar su presidencia. Mas aún, jugar ese rol no solo supone una ética de la responsabilidad sino un potencial beneficio. Es decir, la administración Mujica introduciría en la arena política la necesidad de debatir la modificación de la edad jubilatoria. Al remarcar que es el comienzo de una necesaria discusión que involucrará a todos los actores políticos relevantes (con representación parlamentaria), si bien internalizaría el costo de corto plazo de introducir en la agenda una medida impopular, recibirá en el mediano-largo plazo el beneficio de haber cargado con ese costo, mientras los actores que en ese momento se encuentren en el poder deberán cargar con los costos (presentes) de esa impopular medida. Para estos últimos la medida no será necesariamente racional en ese momento (cuando se encuentren en el poder) pero si sería racional hoy, ya que es una medida que de una u otra forma deberá ser tomada y, al menos en parte, podrán compartir el costo con la actual administración y con las demás fuerzas políticas.

En síntesis, el presidente Mujica tiene una gran oportunidad para tomar una medida con moderado costo político que, en un futuro relativamente cercano, le ayudará a consturir una imagen de estadista que claramente hoy no posee.

miércoles, 1 de febrero de 2012

La CELAC, América Latina y el misterio canadiense



La CELAC, América Latina y el misterio canadiense

América Latina ha tenido históricamente una difícil relación con los EE.UU.. Por su parte, la política exterior norteamericana hacia la región ha sido con frecuencia superficial y equivocada. En parte, ello responde a la notable asimetría entre ambos actores: por un lado, EE.UU. representa hoy el 22% del PIB mundial mientras que América Latina representa solo el 11%. Es decir, un solo país es el doble que la suma de 33 países de la región.

Esta asimetría ha contribuido a consolidar una percepción: la responsabilidad de nuestro fracaso es principalmente de los EE.UU.  Somos pobres porque otros (ellos) son ricos y, por ende, la manera de dejar de ser pobres es buscando mecanismos que nos protejan de la codicia ajena. Consecuentemente, con el liderazgo brasilero la región ha comenzado a pensar y articular políticas que logren autonomía y mayor poder relativo. Uno de los mecanismos pensados había sido la Unasur. Bajo el liderazgo brasilero, esa Unión había sido pensada para unir fuerzas contra un gigante y lograr autonomía en las decisiones regionales. Así, podemos ver como algunas relevantes decisiones de política exterior de la región estaban y están dirigidas a excluir a los EE.UU.

Sin embargo, ahora ha aparecido una nueva organización, la CELAC, que ha agravado la mala comprensión de nuestras problemas: insólitamente, ya no solo se trata de excluir explícitamente a EE.UU. sino también a Canadá. Nuestro problema ya no solo sería el imperialismo americano sino, ahora, se habría sumado el imperialismo canadiense. Es necesario marcar cuánto nos ayudaría estudiar la experiencia canadiense para refutar las falacias sobre nuestro estancamiento. En este sentido, podemos definirlo como el “misterio canadiense”. ¿En que consistiría este misterio? En el notable desempeño alcanzado por un país de 34 millones de habitantes que limita con la economía mas grande del globo que, a su vez, según nuestras profundas y crecientes creencias, es principal responsable de nuestro sub-desarrollo. Paso seguido, una próxima reunión de la CELAC podría ser una oportunidad para dedicarle tiempo a una buena pregunta: ¿Cómo es que un país mediano ha podido desarrollarse en las mismas garras del Imperio? Mas aún, nuestros dirigentes podrían preguntarse en qué medida el desempeño de Canadá no refuta la razón de ser de instituciones como la misma CELAC o Unasur.

La ausencia de Canadá, tanto en lo práctico como en lo simbólico, solo revela que organizaciones como CELAC o Unasur aspiran a ser una Unión de países pobres que pretenden, al reflejar sus pobrezas y carencias, explicitar que la responsabilidad es de otros. En cambio, si en vez de encerrarnos entre nosotros (o, entre pobres) pudiéramos invitar, por ejemplo, a países como Canadá, estaríamos evitando a los EE.UU. y aprendiendo de países exitosos donde la opinión pública también tiene un percepción muy negativa de los EE.UU.
Así, es posible realizar ambas cosas: confrontar a los EE.UU. y evitar formar un club de pobres que culpan a los ricos. Canadá tiene mucho para enseñarle a América Latina en su relación con los EE.UU. Tal vez, el problema es que la experiencia canadiense no sólo tiene mucho para enseñarnos sino, mas aún, mucho para refutarnos.