viernes, 23 de marzo de 2012

Introducción al concepto de “América Latina” (Segunda Parte)


Introducción al concepto de “América Latina” (Segunda Parte)

El problema no es que América Latina tiene una gran empatía conjunta en el sub desarrollo, el problema es que solo tenemos esa gran empatía conjunta.

En parte, la construcción de América Latina en relación a otro u otros es inexorable. Por un lado, la región fue colonizada por potencias europeas en los siglos XV y XVI y desde allí vienen las lenguas, ideas y creencias predominantes. No se entiende el concepto analítico y geopolítico de América Latina por fuera de Europa. América “latina” es principalmente una creación simbólica europea. Eso no es en si mismo algo bueno ni malo. Simplemente es. Así, la complejidad de la región se construye a partir de una ascendencia política europea, una población originaria influyente y una creciente oposición contra una gran idea y proyecto: Los Estados Unidos de Norteamérica. Para comenzar a entender la idea de América latina, primero debemos hacer hincapié en sus orígenes histórico-políticos (Europa) y en su origen simbólico (oposición a EE.UU.).

Esta es una definición delicada porque, en principio, Europa ha sido y es en si misma y EE.UU. no ha sido ni es en oposición a América latina. Es decir, EE.UU. no ha necesitado de la existencia de América latina para construir una idea y proyecto propio. Ciertamente, si ha necesitado de al menos una gran tradición europea (el individualismo británico) desde donde construir, a partir de los Founding Fathers, una gran nación o, al menos, una gran idea propia.

Por el contrario, América Latina se ha construido y, mas aún, continúa construyéndose, en oposición a otros. Como mencionamos, el problema de la construcción como oposición no es necesariamente una “carencia originaria”. En cambio, el problema es la incapacidad de construir enriquecedores y sofisticados lugares comunes mas allá de esa oposición. Incluso en la inédita coyuntura que ha atravesado la región desde el principio del siglo XXI, las nuevas corrientes ideológico-políticas que han surgido (como el chavismo, el indigenismo en Bolivia, el neo peronismo en argentina o, mas recientemente, un neo nacionalismo en Perú) siguen teniendo como razón de ser la construcción de un “relato” donde el otro, particularmente EE.UU., es responsable de casi todo lo malo que sucede. En otros palabras, lo nuevo en América latina expresa tantos problemas como lo viejo.

Así, como primera síntesis mencionamos que el problema de América latina no es en si mismo la imposibilidad o dificultad de definir en común una región demasiado diferente y diversa. El problema, que ha transformado a la región en un puercoespín de mala calidad, es que esa rica diversidad ha encontrado, como común modus vivendi, las (compartidas) carencias. Es decir, lo complejidad de la región suponía en si mismo una pregunta como inconveniente: ¿no habrá sido innecesario construir un relato común desde tanta diversidad? Mas aún, una vez construido, ¿No habrá sido inconveniente armonizar un relato casi únicamente en torno a las carencias (pobreza) o en torno a aquello que no hemos sido y que no somos, supuestamente por responsabilidad de otro?

Estas dos premisas concatenadas, si fueran ciertas, nos posicionarían en un delicado lugar: el estudio de la historia de América latina sería, en ese caso, el estudio de un fracaso o, al menos, de un problema. Paso seguido, es posible que una definición plausible de América latina sea esa: como lugar común, América Latina es un problema. Sin embargo, desde esta traumática implicancia surge una oportunidad: construir el relato pensando no necesariamente soluciones pero si, al menos, intentando acotar el problema.

sábado, 10 de marzo de 2012

Introducción al concepto de “América Latina” (primera parte)


Introducción al concepto de “América Latina” (primera parte)

El concepto “América Latina” es demasiado amplio y elusivo. Supone un conjunto de países y regiones que en muchos casos tienen poco en común. Por ejemplo, es claro que el norte de México tiene pocos puntos en común con la medialuna boliviana y que la mayoritaria población indígena guatemalteca tiene poco en común con la sociedad uruguaya. El contrapunto es analíticamente válido: la dinámica sociedad de Monterrey tiene mucho en común con la clase media de los EE.UU. y la dinámica Pampa Húmeda argentina tiene bastante en común con la clase media española.

Sin embargo, el problema con la definición unívoca de América Latina tiene otra connotación: es un concepto cuyo significado se ha consolidado en el tiempo debido principalmente a su dimensión negativa[1]. Es que, en parte, América Latina es aquella parte de las Américas que ha permanecido en la pobreza. Paso seguido, si lo único que tenemos “totalmente” en común es la ausencia de desarrollo, será necesario repensar la validez analítica del concepto “América Latina”. ¿Por qué? Porque la pobreza o fracaso como factor en común supone una propia definición en relación a otro. Es decir, la pobreza o fracaso es un concepto relativo: una región es pobre o sub desarrollada en relación a otra que no lo es.

En este sentido, América Latina se asemeja en un gran elemento, la pobreza o sub desarrollo, y se diferencia en ideas, creencias e, incluso, distintos niveles de sub desarrollo. Es decir, hay demasiadas pocas cosas buenas en común y demasiadas cosas malas. Aquí hay un problema analítico, metodológico e histórico que será necesario enfrentar e intentar resolver.

Podemos recurrir a un concepto clásico desarrollado por Isaiah Berlin. Sostiene Berlin que hay dos tipos de pensadores: quienes se asemejan a un zorro  y quienes se asemejan a un puercoespín. El zorro sabe muchas cosas superficialmente, mientras que el puercoespín sabe una gran cosa. América Latina tiene muchas superficialidades en común, pero solo una gran profundidad (en común): el sub desarrollo. Para  Berlin, ser un puercoespín puede ser un problema en sí mismo (el ejemplo obvio es Platón quién, como Rey Filósofo que sabe una gran cosa, básicamente, sabe todo lo que hay que saber y por ende es quien debe mandar)[2]. Podemos reformular el concepto del filósofo: tener una gran cosa en común no es algo necesariamente negativo. En cambio, un problema latinoamericano es que hay en común una gran cosa negativa y demasiadas pequeñas cosas positivas. En este sentido, América Latina es una región que ha sido un zorro que ha desarrollado un amplio núcleo común que ha profundizado la idea del fracaso como originada en otro, tal vez en el gran puercoespín del Norte. En cambio, nuestro gran punto de encuentro es el sub desarrollo. El problema no es que América Latina tiene una gran empatía conjunta en el sub desarrollo, el problema es que solo tenemos esa gran empatía conjunta.


[1] El termino fue popularizado en 1856 por el escritor colombiano Jose Maria Torrres Caicedo
[2] Este ensayo es parte del libro de Berlin “Russian Thhinkers”, Pinguin Classics, 2008. Donde primero se desarrolla el concepto es en la antigua Grecia: “The fox knows many things, but the hedgehog knows one big thing”, Archilochus (7th-century b.c.e.).