Introducción al concepto de “América
Latina” (Segunda Parte)
El problema no es que América Latina
tiene una gran empatía conjunta en el sub desarrollo, el problema es que solo
tenemos esa gran empatía conjunta.
En parte, la construcción de América
Latina en relación a otro u otros es inexorable. Por un lado, la región fue
colonizada por potencias europeas en los siglos XV y XVI y desde allí vienen
las lenguas, ideas y creencias predominantes. No se entiende el concepto
analítico y geopolítico de América Latina por fuera de Europa. América “latina”
es principalmente una creación simbólica europea. Eso no es en si mismo algo
bueno ni malo. Simplemente es. Así, la complejidad de la región se construye a
partir de una ascendencia política europea, una población originaria influyente
y una creciente oposición contra una gran idea y proyecto: Los Estados Unidos
de Norteamérica. Para comenzar a entender la idea de América latina, primero
debemos hacer hincapié en sus orígenes histórico-políticos (Europa) y en su
origen simbólico (oposición a EE.UU.).
Esta es una definición delicada porque,
en principio, Europa ha sido y es en si misma y EE.UU. no ha sido ni es en
oposición a América latina. Es decir, EE.UU. no ha necesitado de la existencia
de América latina para construir una idea y proyecto propio. Ciertamente, si ha
necesitado de al menos una gran tradición europea (el individualismo británico)
desde donde construir, a partir de los Founding Fathers, una gran nación o, al
menos, una gran idea propia.
Por el contrario, América Latina se ha
construido y, mas aún, continúa construyéndose, en oposición a otros. Como
mencionamos, el problema de la construcción como oposición no es necesariamente
una “carencia originaria”. En cambio, el problema es la incapacidad de
construir enriquecedores y sofisticados lugares comunes mas allá de esa
oposición. Incluso en la inédita coyuntura que ha atravesado la región desde el
principio del siglo XXI, las nuevas corrientes ideológico-políticas que han
surgido (como el chavismo, el indigenismo en Bolivia, el neo peronismo en argentina
o, mas recientemente, un neo nacionalismo en Perú) siguen teniendo como razón
de ser la construcción de un “relato” donde el otro, particularmente EE.UU., es
responsable de casi todo lo malo que sucede. En otros palabras, lo nuevo en
América latina expresa tantos problemas como lo viejo.
Así, como primera síntesis mencionamos
que el problema de América latina no es en si mismo la imposibilidad o
dificultad de definir en común una región demasiado diferente y diversa. El
problema, que ha transformado a la región en un puercoespín de mala calidad, es
que esa rica diversidad ha encontrado, como común modus vivendi, las
(compartidas) carencias. Es decir, lo complejidad de la región suponía en si
mismo una pregunta como inconveniente: ¿no habrá sido innecesario construir un
relato común desde tanta diversidad? Mas aún, una vez construido, ¿No habrá
sido inconveniente armonizar un relato casi únicamente en torno a las carencias
(pobreza) o en torno a aquello que no hemos sido y que no somos, supuestamente
por responsabilidad de otro?
Estas dos premisas concatenadas, si
fueran ciertas, nos posicionarían en un delicado lugar: el estudio de la
historia de América latina sería, en ese caso, el estudio de un fracaso o, al
menos, de un problema. Paso seguido, es posible que una definición plausible de
América latina sea esa: como lugar común, América Latina es un problema. Sin
embargo, desde esta traumática implicancia surge una oportunidad: construir el
relato pensando no necesariamente soluciones pero si, al menos, intentando
acotar el problema.
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