viernes, 17 de agosto de 2012



Reseña de “Redentores. Ideas y poder en América Latina”

Autor: Enrique Krauze. Editorial Debate, 2011. 583 páginas.

Enrique Krauze divide su trabajo en 3 etapas claramente definidas: primero, una rigurosa introducción al pensamiento americano a partir de la talentosa pluma de Martí, Vasconcelos, Rodó y Mariátegui. En segundo lugar, una profunda descripción de la obra de Octavio Paz. Por último, un pobre análisis de la compleja dinámica posterior, donde no se termina de comprender cuál es el real papel de Evita, el Che Guevara o el Coronel Hugo Chávez en la interrelación entre ideas y política. 

Martí, Vasconcelos y Mariátegui reflejan para Krauze la idea del caudillo coherente en su vocación antiimperialista. Sin embargo, en su construcción de una América Latina que, para ser, debe oponerse a los Estados Unidos, esa coherencia se transforma en un extremismo que puede terminar, como en el caso de Vasconcelos, en una forma de fascismo. En esa misma lógica, el coherente marxismo de Mariátegui se pierde en el intento de construir un antiimperialismo que no encuentra matices y sutilezas.

La biografía de José Enrique Rodó supone una buena introducción para un intelectual devenido político en el comienzo del siglo XX. El “sentimiento trágico de la vida” que expresa Rodó es apenas introducido por Krauze. El melancólico existir de un notable hombre de ideas en una época seminal en el Rio de la Plata es marginalmente mencionado. Sin embargo, Krauze acierta al presentar a Rodó como un pensador clave para entender la dicotomía entre las dos américas que inunda y empobrece al siglo XX americano. Rodó es uno de los primeros en sistematizar aquella mala idea que contrapone éxito individual a fracaso colectivo y que liga solidaridad con la pobreza y falta de solidaridad con la riqueza. Para Rodó, había “ una incompatibilidad esencial entre “nosotros”, modestos pero “espirituales”, y “ellos”, poderosos pero vacíos” (página 239). Esta idea es central para la relación entre Estados Unidos y América Latina en el siglo XX. Sin embargo, a lo largo del libro no se menciona la principal manera de refutar esa superficial oposición “Norte-Sur”: reflejar la ausencia de una América Latina y remarcar la presencia de distintas y a veces opuestas formas de vida en aquellos países que forman una región que, en principio, sólo ha tenido en común alguna forma de sub-desarrollo.

Krauze refleja con notable rigurosidad el periplo existencial e ideológico de Octavio Paz. Particularmente remarcable es su descripción de la aparición de la revista “Plural” en 1971 (“Vuelta” sucede a “Plural” en 1976 y a ésta la sucede en 1999 la notable “Letras Libres” (http://www.letraslibres.com/) ). Es allí donde Paz se encuentra mas incomprendido y solo y el libro profundiza magníficamente en una tragedia existencial personal pero que, a la vez, reflejaba una tragedia conceptual: los intelectuales de la época no comprendían que la crítica al poder y a la revolución realizada desde la izquierda no era una traición sino una necesaria búsqueda de renovarse para no morir. Paz lo comprende en ese momento, cuando era difícil, y Krauze lo describe hoy, cuando es mas sencillo.

Sin embargo, su descripción de la vida e influencia de otros personajes es pobre. Por ejemplo, en ningún momento queda claro por qué el autor reseña al Che Guevara y a Evita, quienes, mas allá de simpatías y antipatías, son personajes menores del pensamiento y la política en la historia contemporánea de América Latina. La relevancia del Che es simbólica. Su larga cabellera y barba, sumado a la épica de su muerte, ha generado y generará devoción en una juventud que busca líderes coherentes para imitar. Sin embargo, el real caudal político y analítico del Che es limitado. Sus escritos y doctrinas son, por lo menos, polémicas y su decisiones militares han sido mediocres. Su muerte ha sido valiente y épica. Pero eso no lo hace menos limitado como líder político e intelectual.

La elección de Evita como personaje relevante de América Latina es aún mas cuestionable. Su influencia política era real pero secundaria. Su capacidad de oratoria era alta pero sus cualidades intelectuales eran muy inferiores a las de Perón. Nuevamente, la muerte a una edad temprana genera en el imaginario colectivo una especie de culpa que algunas sociedades canalizan a través de la invención de virtudes que el personaje no tenía, ni podía tener, en vida. Si bien Evita comparte con Perón una vocación autoritaria que pervive en el movimiento político que aún hoy sigue gobernando Argentina, no queda claro que su autoritarismo sea en si mismo un (dis) valor político lo suficientemente importante para elevarla por encima de un umbral ambiguo, que Krauze pretende articular entre ideas y política. Probablemente allí radique uno de las principales limitaciones del libro: al autor intenta en forma poco sistemática construir una lógica discursiva y cronológica entre la vida intelectual y la vida política, pero muy pocas veces logra hacerlo. Tal vez porque para ello la elección de los personajes no ha sido la adecuada. En ese sentido, quienes mas desentonan son el Che y Evita.

No es claro por qué, en un libro que intenta dilucidar el papel e influencia de determinados caudillos políticos e intelectuales, se encuentra presente Evita y ausente Perón. En todo caso, si la elección buscaba un intelectual argentino influyente en la arena política, el autor debiese haber elegido al genial John William Cooke, un intelectual devenido político, cuyo intercambio epistolar con el Perón exiliado (1955-1972) fue de alto nivel político y conceptual (en 2009 el ex secretario de Derechos Humanos de Argentina, Eduardo Luis Duhalde, compiló las cartas de esa notable correspondencia). Si, en cambio, la necesidad llevaba a buscar un argentino de letras influyente, la presencia del conservador y elitista Borges se hacía necesaria. En la extraña elección de Evita y el Che, Krauze refleja que buscaba ligar la decadencia de América Latina a la izquierda populista y no al populismo autoritario, independientemente fuera éste de derecha o izquierda.

En esta misma lógica no se termina de entender la ausencia de Perón, Vargas y Cárdenas. Los tres hombres representan a los tres “principales” países de la región y han sido claves para entender la construcción de una dinámica política basada en la lógica amigo-enemigo. El populismo ha vuelto a ser en la actualidad una concepción política discutible y contestable, principalmente a partir del programa de investigación del sociólogo argentino Ernesto Laclau (particularmente, ver “Política e ideología en la teoría marxista: capitalismo, fascismo, populismo”, Siglo XXI, 1978; “Hegemonía y estrategia socialista”, Fondo de Cultura Económica, 1985; y “La razón populista”, Fondo de Cultura Económica, 2005). Sin embargo, mas allá de su renovado intento de erigirse en una alternativa discursiva y analítica válida, la raíz populista de estos tres líderes posee en la América Latina contemporánea una dimensión autoritaria. Así, es difícil comprender la ausencia de estos tres grandes hombres políticos en un libro que intenta describir parte de un derrotero donde las personas se encuentran por encima de las reglas.

Por otro lado, las descripciones de Vargas llosa y García Márquez son acertadas. Aunque, mas aún en el caso de Vargas llosa, era posible esperar datos y hecho mas relevadores del personaje. Por ejemplo, el recorrido político de Vargas Llosa no es relatado en toda su dimensión. Es que el político Vargas llosa no muere en la derrota de 1990 con Fujimori sino que vive simbólicamente en el realismo mágico del derrotero posterior. Krauze no debió haber pasado la oportunidad de ligar la biografía del autor de “La Fiesta del Chivo” al desarrollo político que llevó al Perú a su última elección presidencial, donde la hija de Fujimori encarnaba un fascismo de derecha que enfrentaba al fascismo de izquierda de Ollanta Humala, quién insólitamente fue apoyado por Vargas llosa en la segunda vuelta electoral. Semejante hito no podía estar ajeno a una biografía que intenta describir el papel de determinados redentores en la compleja realidad de América Latina.

Vargas llosa y García Márquez no son sólo hombres de letras sino hombres políticos. Krauze demuestra que la coherencia de García Márquez es en realidad dogmatismo. Mas aún, demuestra que el dogmatismo de García Márquez devino en servilismo y conveniencia personal. Para Krauze, Gabo no ha sido comunista sino castrista. Así, su castrismo ha limitado su real militancia hasta hacerla casi desaparecer con la lenta agonía de Fidel.

En cambio, el derrotero intelectual de Vargas llosa no es interpretado como una sucesión de inconsistencias sino como un noble reflejo de aquella persona que sabe asumir sus errores y cambiar y, en ese proceso, quedarse sólo. Octavio Paz y Mario Vargas Llosa tienen allí un punto de encuentro. Sin embargo, es claro que el laberinto de la soledad que atraviesan ambos son esencialmente distintos: mientras Paz recorre su laberinto siempre cercano al partido, el PRI, es decir, siempre cercano al Estado, Vargas llosa recorre su solitario laberinto alejado, de alguna forma, del poder. En ese, y en otros sentidos, la coherencia de Vargas llosa asoma como un caso singular en la tortuosa intelectualidad latinoamericana contemporánea. Vargas llosa representa un intelectual comprometido que, aún en su notable incapacidad política-partidaria, ha tenido el coraje de denunciar el neoliberalismo cuanto éste se encontraba acompañado de corrupción y violencia, como efectivamente ha sido el caso del fujimorismo desde el principio.

Al final de cada capítulo el autor detalla la bibliografía utilizada. Es muy amplia y profunda en el caso de Octavio Paz, discreta en Vargas Llosa y García Márquez y pobre en los casos de Evita, el Che Guevara y Hugo Chávez. El historiador Enrique Krauze realiza un original intento. Aspira a interpretar la crisis y decadencia de América Latina en clave de sus principales personajes pero sólo lo logra parcialmente.

sábado, 5 de mayo de 2012

Autodeterminación, Islas Georgias y Sándwich del Sur


Autodeterminación, Islas Georgias  y Sándwich del Sur

En el pasado reciente, Malvinas ha sido una atractiva causa para una dictadura. Hoy, es una atractiva causa para una democracia de baja intensidad. Mientras los procesos populistas han tenido en Laclau y sus seguidores sofisticados defensores contemporáneos, el incipiente proceso autoritario que vive Argentina tiene en Laclau, consecuentemente, una atractiva coartada para simular un proyecto populista cuando, en realidad, se consolida un proyecto autoritario.

Ante la creciente agresión del Estado y gran parte de la sociedad argentina, la pequeña y pacífica comunidad que vive en Malvinas hace 180 años ha podido en parte defenderse argumentado una obviedad para todos, salvo para la degradada clase dirigente argentina: en tanto habitantes de un espacio geográfico por 180 años, son sujetos legítimos de derecho.

El Reino Unido se ha valido y excusado detrás de esa legítima demanda de los habitantes de Malvinas. Sin embargo, el derecho a la autodeterminación corre para Malvinas pero no para las Georgias y Sandwich del Sur, ya que en éstas no hay, ni ha habido nunca, una comunidad que pueda definirse como arraigada en el lugar. Paso seguido, Georgias y Sándwich del Sur aparecen como una oportunidad para que el patético nacionalismo argentino puede saciar su confusión entre tierra, soberanía y orgullo. Basándose en el argumento británico sobre la libre determinación de los isleños para discutir soberanía, la ausencia de habitantes en las Islas Georgias y Sándwich del Sur haría posible defender el bendito derecho argentino a esa parte del “desgarrado territorio nacional”.

Por otro lado, sería una buena oportunidad para encontrar un punto de encuentro entre los dos Estados involucrados y la comunidad de Malvinas. Al ceder los derechos soberanos sobre Georgias y Sandwich de Sur, el Reino Unido comenzaría a asumir una inexorable realidad: los tiempos han cambiado y la Corona ya no es lo que era. Por su parte, el gobierno argentino podría ocupar un espacio en el atlántico sur y, al hacerlo, comprendería (si tuviera la suficiente buena fe para ello) que una cosa es ocupar un lugar inhabitado y otra, diametralmente distinta, es aspirar a ocupar un lugar donde reside una comunidad, por mas chica que ésta sea y por mas cerca que ese lugar se encuentre del propio territorio. Por último, los habitantes de Malvinas podrían ver en ello una oportunidad para dejar de ser, al menos por un tiempo, el centro de atención de un gobierno crecientemente autoritario.


viernes, 23 de marzo de 2012

Introducción al concepto de “América Latina” (Segunda Parte)


Introducción al concepto de “América Latina” (Segunda Parte)

El problema no es que América Latina tiene una gran empatía conjunta en el sub desarrollo, el problema es que solo tenemos esa gran empatía conjunta.

En parte, la construcción de América Latina en relación a otro u otros es inexorable. Por un lado, la región fue colonizada por potencias europeas en los siglos XV y XVI y desde allí vienen las lenguas, ideas y creencias predominantes. No se entiende el concepto analítico y geopolítico de América Latina por fuera de Europa. América “latina” es principalmente una creación simbólica europea. Eso no es en si mismo algo bueno ni malo. Simplemente es. Así, la complejidad de la región se construye a partir de una ascendencia política europea, una población originaria influyente y una creciente oposición contra una gran idea y proyecto: Los Estados Unidos de Norteamérica. Para comenzar a entender la idea de América latina, primero debemos hacer hincapié en sus orígenes histórico-políticos (Europa) y en su origen simbólico (oposición a EE.UU.).

Esta es una definición delicada porque, en principio, Europa ha sido y es en si misma y EE.UU. no ha sido ni es en oposición a América latina. Es decir, EE.UU. no ha necesitado de la existencia de América latina para construir una idea y proyecto propio. Ciertamente, si ha necesitado de al menos una gran tradición europea (el individualismo británico) desde donde construir, a partir de los Founding Fathers, una gran nación o, al menos, una gran idea propia.

Por el contrario, América Latina se ha construido y, mas aún, continúa construyéndose, en oposición a otros. Como mencionamos, el problema de la construcción como oposición no es necesariamente una “carencia originaria”. En cambio, el problema es la incapacidad de construir enriquecedores y sofisticados lugares comunes mas allá de esa oposición. Incluso en la inédita coyuntura que ha atravesado la región desde el principio del siglo XXI, las nuevas corrientes ideológico-políticas que han surgido (como el chavismo, el indigenismo en Bolivia, el neo peronismo en argentina o, mas recientemente, un neo nacionalismo en Perú) siguen teniendo como razón de ser la construcción de un “relato” donde el otro, particularmente EE.UU., es responsable de casi todo lo malo que sucede. En otros palabras, lo nuevo en América latina expresa tantos problemas como lo viejo.

Así, como primera síntesis mencionamos que el problema de América latina no es en si mismo la imposibilidad o dificultad de definir en común una región demasiado diferente y diversa. El problema, que ha transformado a la región en un puercoespín de mala calidad, es que esa rica diversidad ha encontrado, como común modus vivendi, las (compartidas) carencias. Es decir, lo complejidad de la región suponía en si mismo una pregunta como inconveniente: ¿no habrá sido innecesario construir un relato común desde tanta diversidad? Mas aún, una vez construido, ¿No habrá sido inconveniente armonizar un relato casi únicamente en torno a las carencias (pobreza) o en torno a aquello que no hemos sido y que no somos, supuestamente por responsabilidad de otro?

Estas dos premisas concatenadas, si fueran ciertas, nos posicionarían en un delicado lugar: el estudio de la historia de América latina sería, en ese caso, el estudio de un fracaso o, al menos, de un problema. Paso seguido, es posible que una definición plausible de América latina sea esa: como lugar común, América Latina es un problema. Sin embargo, desde esta traumática implicancia surge una oportunidad: construir el relato pensando no necesariamente soluciones pero si, al menos, intentando acotar el problema.

sábado, 10 de marzo de 2012

Introducción al concepto de “América Latina” (primera parte)


Introducción al concepto de “América Latina” (primera parte)

El concepto “América Latina” es demasiado amplio y elusivo. Supone un conjunto de países y regiones que en muchos casos tienen poco en común. Por ejemplo, es claro que el norte de México tiene pocos puntos en común con la medialuna boliviana y que la mayoritaria población indígena guatemalteca tiene poco en común con la sociedad uruguaya. El contrapunto es analíticamente válido: la dinámica sociedad de Monterrey tiene mucho en común con la clase media de los EE.UU. y la dinámica Pampa Húmeda argentina tiene bastante en común con la clase media española.

Sin embargo, el problema con la definición unívoca de América Latina tiene otra connotación: es un concepto cuyo significado se ha consolidado en el tiempo debido principalmente a su dimensión negativa[1]. Es que, en parte, América Latina es aquella parte de las Américas que ha permanecido en la pobreza. Paso seguido, si lo único que tenemos “totalmente” en común es la ausencia de desarrollo, será necesario repensar la validez analítica del concepto “América Latina”. ¿Por qué? Porque la pobreza o fracaso como factor en común supone una propia definición en relación a otro. Es decir, la pobreza o fracaso es un concepto relativo: una región es pobre o sub desarrollada en relación a otra que no lo es.

En este sentido, América Latina se asemeja en un gran elemento, la pobreza o sub desarrollo, y se diferencia en ideas, creencias e, incluso, distintos niveles de sub desarrollo. Es decir, hay demasiadas pocas cosas buenas en común y demasiadas cosas malas. Aquí hay un problema analítico, metodológico e histórico que será necesario enfrentar e intentar resolver.

Podemos recurrir a un concepto clásico desarrollado por Isaiah Berlin. Sostiene Berlin que hay dos tipos de pensadores: quienes se asemejan a un zorro  y quienes se asemejan a un puercoespín. El zorro sabe muchas cosas superficialmente, mientras que el puercoespín sabe una gran cosa. América Latina tiene muchas superficialidades en común, pero solo una gran profundidad (en común): el sub desarrollo. Para  Berlin, ser un puercoespín puede ser un problema en sí mismo (el ejemplo obvio es Platón quién, como Rey Filósofo que sabe una gran cosa, básicamente, sabe todo lo que hay que saber y por ende es quien debe mandar)[2]. Podemos reformular el concepto del filósofo: tener una gran cosa en común no es algo necesariamente negativo. En cambio, un problema latinoamericano es que hay en común una gran cosa negativa y demasiadas pequeñas cosas positivas. En este sentido, América Latina es una región que ha sido un zorro que ha desarrollado un amplio núcleo común que ha profundizado la idea del fracaso como originada en otro, tal vez en el gran puercoespín del Norte. En cambio, nuestro gran punto de encuentro es el sub desarrollo. El problema no es que América Latina tiene una gran empatía conjunta en el sub desarrollo, el problema es que solo tenemos esa gran empatía conjunta.


[1] El termino fue popularizado en 1856 por el escritor colombiano Jose Maria Torrres Caicedo
[2] Este ensayo es parte del libro de Berlin “Russian Thhinkers”, Pinguin Classics, 2008. Donde primero se desarrolla el concepto es en la antigua Grecia: “The fox knows many things, but the hedgehog knows one big thing”, Archilochus (7th-century b.c.e.).

miércoles, 29 de febrero de 2012

¿Sólo los Kelpers son una comunidad implantada?


¿Sólo los Kelpers son una comunidad implantada?

El respetado senador por el oficialismo Daniel Filmus ha sostenido que los kelpers no pueden ser reconocidos en su deseo de autodeterminación por el Derecho Internacional porque no son un pueblo originario. En cambio,  han sido implantados en las islas Malvinas por la corona británica.

Si Filmus estuviera en lo cierto, millones de argentinos estaríamos en problemas. Mas aún, dado que Filmus se encuentra en lo cierto, se sigue que millones de argentinos nos enfrentamos a un gran problema: ¿Cuántos de “nosotros” podríamos ser definidos como un pueblo originario? ¿No cabe para el continente la definición que hace Filmus sobre los kelpers en Malvinas? Sólo restaría esperar que representantes de pueblos originarios (los pocos que quedan, después de la masacre que nuestros blancos antepasados, entre los que se destaca el General Roca, realizara en su campaña al desierto) llevaran a cabo con nosotros el mismo razonamiento que Filmus, y la mayoría de los argentinos, ha hecho para con los kelpers.

¿Cuales serían las diferencias? En principio, solamente cuantitativas. Básicamente, la diferencia principal es cuantitativa porque “nosotros” somos muchos (42 millones) y los kelpers son muy pocos, 3.000 personas. Por su parte, “nosotros” somos muchos y los descendientes de los pueblos originarios relativamente pocos, precisamente, porque nuestros antepasados europeos los asesinaron.

Sin embargo, es fácil ver que la cuestión es esencialmente cualitativa y cuando se abra la caja de pandora de la legítima demanda de los pueblos originarios, nos encontraremos en la misma situación cualitativa en que hemos puesto a los kelpers. Si lográramos que los kelpers “regresen” a Gran Bretaña, ¿Aceptaríamos el lógico pedido de los descendientes de los pueblos originarios de “regresar” a España, Italia, Francia, Armenia o Israel? Obviamente, no lo aceptaríamos. ¿Por qué no? ¿Cuáles serían los argumentos para ello? ¿Cómo se diferenciarían de los argumentos de los kelpers?

Porque, como sostiene el documento firmado por 17 intelectuales, somos, obviamente,  sujetos de derecho. Es decir, si nuestros antepasados en la conquista violaron los derechos de los pueblos originarios, eso hace a sus descendientes legítimos demandantes de reparación, pero no supone necesariamente que los descendientes del General Roca deban volver a Europa. La legítima demanda de los pueblos originarios debiera ser contra el Estado argentino y no contra los descendientes de Roca. La misma lógica sirve para Malvinas pero con una importante salvedad: cuando los ingleses usurparon Malvinas en 1833, no había allí pueblos originarios sino otro pueblo o comunidad implantada, que sostenía que su legítima autoridad emanaba de Buenos Aires, es decir, de otra comunidad implantada. Mas aún, a diferencia del General Roca, cuando los ingleses usurparon Malvinas no masacraron a quienes estaban allí, por lo que, siguiendo esta lógica, si los Kelpers se encontraran en problemas en el futuro cercano con la comunidad internacional, “nosotros”  podríamos enfrentar problemas muchos mas grandes en el mediano plazo, tanto por usurpadores como por genocidas. Mas allá de la grosera y previsible demagogia del gobierno nacional, parece ser ésta una buena oportunidad para comenzar a dejar a esas 3.000 personas en paz. 

lunes, 13 de febrero de 2012

Mujica, el envejecimiento poblacional y el velo de ignorancia.


Mujica, el envejecimiento poblacional y el velo de ignorancia.

El presidente Mujica ha dicho en diciembre de 2011 que en un futuro cercano otro gobierno deberá implementar una medida impopular e impostergable: la elevación de la edad jubilatoria. En Uruguay la cuestión es doblemente acuciante ya que, por un lado, las personas viven mas años (hecho que sucede en casi casi todo el mundo) pero, por otro lado, la población no crece (hecho que sucede en pocos países del mundo).

A su vez, se suma otra variable que dificulta el problema: aquellos países donde la población no crece o incluso decrece son economías ricas, con mejor capacidad para solventar, al menos por un período de tiempo, los crecientes costos de la seguridad social. Rusia ha sido una excepción pero allí han influido factores ajenos a la demografía, como el colapso de la Unión  Soviética.

Uruguay se encuentra en una de las peores escenarios “demográficos-económicos”, ya que tiene una población avejentada y es una país con un ingreso per cápita medio ($14.000 en Paridad de Poder de Compra). Esto ha sido mencionado, correctamente, por el presidente Mujica.

Sin embargo, Mujica se equivoca cuando sostiene que, como es un problema relevante pero no inmediato,  la solución deberá ser encarada por las futuras administraciones. Temporalmente, ese momento político será la próxima presidencia (2015-2020) o, a mas tardar, la siguiente (2020-2025). Paso seguido, podemos introducir políticamente “el velo de ignorancia”, un concepto analítico desarrollado por el filosofo John Rawls. Este velo genera que los actores (en este caso, políticos) relevantes no puedan conocer qué lugar les tocará en la “vida política real”, es decir, en los próximos períodos de gobierno. En este escenario, los actores políticos relevantes en Uruguay (Frentistas, Blancos y Colorados) no tienen seguridad sobre qué lugar ocuparán en el periodo 2015-2020 y, menos aún, en el periodo 2020-2025. Es posible pensar que el Frente Amplio tiene mas probabilidades de volver a ser gobierno en las próximas elecciones, pero eso no es 100% seguro.

El punto central es que, detrás del velo de ignorancia, deviene racional cooperar. Es decir, dado que el problema fiscal del envejecimiento deberá ser enfrentado por quién gobierne y, dado que no sabemos (en ese sentido, nos encontramos detrás del velo de ignorancia) quién gobernará en las próximas dos o tres administraciones, es racional pensar que los 3 actores políticos principales decidan sentarse en una mesa y  compartan el alto costo de elevar conjuntamente la edad jubilatoria. El punto es que un acuerdo de este tipo es racional porque el costo será compartido pero el beneficio también, ya que lo aprovechará política y fiscalmente un partido que hoy no sabemos quién es pero que si sabemos que, mas particularmente en el 2020, podrá ser cualquiera de los 3.

Paso seguido, aquí aparece un error conceptual serio por parte del actual mandatario. Al sostener que es un problema que se avecina pero que deberá ser enfrentado por futuras administraciones, Mujica no comprende el rol crucial que allí puede y debe jugar su presidencia. Mas aún, jugar ese rol no solo supone una ética de la responsabilidad sino un potencial beneficio. Es decir, la administración Mujica introduciría en la arena política la necesidad de debatir la modificación de la edad jubilatoria. Al remarcar que es el comienzo de una necesaria discusión que involucrará a todos los actores políticos relevantes (con representación parlamentaria), si bien internalizaría el costo de corto plazo de introducir en la agenda una medida impopular, recibirá en el mediano-largo plazo el beneficio de haber cargado con ese costo, mientras los actores que en ese momento se encuentren en el poder deberán cargar con los costos (presentes) de esa impopular medida. Para estos últimos la medida no será necesariamente racional en ese momento (cuando se encuentren en el poder) pero si sería racional hoy, ya que es una medida que de una u otra forma deberá ser tomada y, al menos en parte, podrán compartir el costo con la actual administración y con las demás fuerzas políticas.

En síntesis, el presidente Mujica tiene una gran oportunidad para tomar una medida con moderado costo político que, en un futuro relativamente cercano, le ayudará a consturir una imagen de estadista que claramente hoy no posee.

miércoles, 1 de febrero de 2012

La CELAC, América Latina y el misterio canadiense



La CELAC, América Latina y el misterio canadiense

América Latina ha tenido históricamente una difícil relación con los EE.UU.. Por su parte, la política exterior norteamericana hacia la región ha sido con frecuencia superficial y equivocada. En parte, ello responde a la notable asimetría entre ambos actores: por un lado, EE.UU. representa hoy el 22% del PIB mundial mientras que América Latina representa solo el 11%. Es decir, un solo país es el doble que la suma de 33 países de la región.

Esta asimetría ha contribuido a consolidar una percepción: la responsabilidad de nuestro fracaso es principalmente de los EE.UU.  Somos pobres porque otros (ellos) son ricos y, por ende, la manera de dejar de ser pobres es buscando mecanismos que nos protejan de la codicia ajena. Consecuentemente, con el liderazgo brasilero la región ha comenzado a pensar y articular políticas que logren autonomía y mayor poder relativo. Uno de los mecanismos pensados había sido la Unasur. Bajo el liderazgo brasilero, esa Unión había sido pensada para unir fuerzas contra un gigante y lograr autonomía en las decisiones regionales. Así, podemos ver como algunas relevantes decisiones de política exterior de la región estaban y están dirigidas a excluir a los EE.UU.

Sin embargo, ahora ha aparecido una nueva organización, la CELAC, que ha agravado la mala comprensión de nuestras problemas: insólitamente, ya no solo se trata de excluir explícitamente a EE.UU. sino también a Canadá. Nuestro problema ya no solo sería el imperialismo americano sino, ahora, se habría sumado el imperialismo canadiense. Es necesario marcar cuánto nos ayudaría estudiar la experiencia canadiense para refutar las falacias sobre nuestro estancamiento. En este sentido, podemos definirlo como el “misterio canadiense”. ¿En que consistiría este misterio? En el notable desempeño alcanzado por un país de 34 millones de habitantes que limita con la economía mas grande del globo que, a su vez, según nuestras profundas y crecientes creencias, es principal responsable de nuestro sub-desarrollo. Paso seguido, una próxima reunión de la CELAC podría ser una oportunidad para dedicarle tiempo a una buena pregunta: ¿Cómo es que un país mediano ha podido desarrollarse en las mismas garras del Imperio? Mas aún, nuestros dirigentes podrían preguntarse en qué medida el desempeño de Canadá no refuta la razón de ser de instituciones como la misma CELAC o Unasur.

La ausencia de Canadá, tanto en lo práctico como en lo simbólico, solo revela que organizaciones como CELAC o Unasur aspiran a ser una Unión de países pobres que pretenden, al reflejar sus pobrezas y carencias, explicitar que la responsabilidad es de otros. En cambio, si en vez de encerrarnos entre nosotros (o, entre pobres) pudiéramos invitar, por ejemplo, a países como Canadá, estaríamos evitando a los EE.UU. y aprendiendo de países exitosos donde la opinión pública también tiene un percepción muy negativa de los EE.UU.
Así, es posible realizar ambas cosas: confrontar a los EE.UU. y evitar formar un club de pobres que culpan a los ricos. Canadá tiene mucho para enseñarle a América Latina en su relación con los EE.UU. Tal vez, el problema es que la experiencia canadiense no sólo tiene mucho para enseñarnos sino, mas aún, mucho para refutarnos.