sábado, 5 de mayo de 2012

Autodeterminación, Islas Georgias y Sándwich del Sur


Autodeterminación, Islas Georgias  y Sándwich del Sur

En el pasado reciente, Malvinas ha sido una atractiva causa para una dictadura. Hoy, es una atractiva causa para una democracia de baja intensidad. Mientras los procesos populistas han tenido en Laclau y sus seguidores sofisticados defensores contemporáneos, el incipiente proceso autoritario que vive Argentina tiene en Laclau, consecuentemente, una atractiva coartada para simular un proyecto populista cuando, en realidad, se consolida un proyecto autoritario.

Ante la creciente agresión del Estado y gran parte de la sociedad argentina, la pequeña y pacífica comunidad que vive en Malvinas hace 180 años ha podido en parte defenderse argumentado una obviedad para todos, salvo para la degradada clase dirigente argentina: en tanto habitantes de un espacio geográfico por 180 años, son sujetos legítimos de derecho.

El Reino Unido se ha valido y excusado detrás de esa legítima demanda de los habitantes de Malvinas. Sin embargo, el derecho a la autodeterminación corre para Malvinas pero no para las Georgias y Sandwich del Sur, ya que en éstas no hay, ni ha habido nunca, una comunidad que pueda definirse como arraigada en el lugar. Paso seguido, Georgias y Sándwich del Sur aparecen como una oportunidad para que el patético nacionalismo argentino puede saciar su confusión entre tierra, soberanía y orgullo. Basándose en el argumento británico sobre la libre determinación de los isleños para discutir soberanía, la ausencia de habitantes en las Islas Georgias y Sándwich del Sur haría posible defender el bendito derecho argentino a esa parte del “desgarrado territorio nacional”.

Por otro lado, sería una buena oportunidad para encontrar un punto de encuentro entre los dos Estados involucrados y la comunidad de Malvinas. Al ceder los derechos soberanos sobre Georgias y Sandwich de Sur, el Reino Unido comenzaría a asumir una inexorable realidad: los tiempos han cambiado y la Corona ya no es lo que era. Por su parte, el gobierno argentino podría ocupar un espacio en el atlántico sur y, al hacerlo, comprendería (si tuviera la suficiente buena fe para ello) que una cosa es ocupar un lugar inhabitado y otra, diametralmente distinta, es aspirar a ocupar un lugar donde reside una comunidad, por mas chica que ésta sea y por mas cerca que ese lugar se encuentre del propio territorio. Por último, los habitantes de Malvinas podrían ver en ello una oportunidad para dejar de ser, al menos por un tiempo, el centro de atención de un gobierno crecientemente autoritario.


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